El Día del Niño es una invitación a volver a mirar el mundo con asombro. Y pocas cosas nos devuelven esa sensación como la poesía: versos que huelen a juego, a abrazo, a tarde de sol. Aquí reunimos cinco poemas reales que nos recuerdan lo que significa ser pequeños… y a no olvidar nunca cómo se siente.
1. “Encantamiento” – Gabriela Mistral
La poeta chilena y premio Nobel acaricia la imagen del niño con palabras que parecen arrullo:
“Este niño es un encanto,
este niño es un primor.
Es más rico, más, mi niño,
que la tierra y que los cielos…”
Mistral eleva la infancia a un lugar sagrado, donde la pureza y la ternura no se comparan con ninguna riqueza.
2. “Niñito, ven” – Amado Nervo
El mexicano Amado Nervo escribe casi como si cantara, en un poema ideal para la hora de dormir:
“Niñito, ven; puras y bellas
van las estrellas a salir,
y a su luz, niño, las doncellas
te contarán cosas de abril.”
Su invitación es a soñar, a caminar de la mano de la noche, donde las estrellas son confidentes y la calma es refugio.
3. “Canción del niño que vuela” – José Sebastián Tallón
El escritor argentino celebra la imaginación que convierte cualquier patio en cielo:
“¿Qué sueña? Sueña que vuela.
¡Qué bien se sueña volando!
Y aunque en su cama está echado,
ya no está, porque ha volado…”
Un recordatorio de que la niñez es la etapa donde volar no depende de alas, sino de creer.
4. “Cuando los niños juegan” – Fernando Pessoa
El portugués Fernando Pessoa observa el juego y reconoce en él una alegría que traspasa edades:
“Cuando los niños juegan
y yo los oigo jugar,
cualquier cosa en mi pecho
empieza a palpitar…”
El poema es un puente: desde el adulto que observa, regresa el niño que alguna vez fue.
5. “Recuerdo infantil” – Antonio Machado
Machado tiñe su recuerdo de melancolía y belleza, evocando un aula de su infancia sevillana:
“Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales.”
Sus versos son fotografía y emoción, memoria de esos días que se graban sin que lo sepamos.
Por qué leer estos poemas el Día del Niño
Porque son más que literatura: son espejos que devuelven la mirada que teníamos de chicos, cuando cada cosa era nueva y el mundo entero cabía en un juego. Leerlos es abrir una puerta —aunque sea por un rato— a ese territorio mágico que no debería cerrarse nunca.